martes, 27 de mayo de 2008

En India aprendi a amar

Jorge y Eva viajan al Sur de India, invitados por los monjes Tibetanos del Monasterio de Gaden Shartse. Jorge tiene una ilusión tremenda por recibir unas iniciaciones de su maestro con la energía del Monasterio. La pareja está en crisis desde hace unos años, Eva no soporta a Jorge y Jorge no es feliz en su relación. A través de las enseñanzas del venerable Gyatsho Tshering y de un auto-análisis profundo, irán descubriendo los secretos de la vida en pareja y como aprender a amarse.

Helen Flix

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CAPITULO I
BARCELONA-MUMBAI


Por fin habíamos llegado al aeropuerto del Prat en Barcelona y esperábamos turno ante la azafata de la Compañía Air France que debía facturar nuestro equipaje y asignarnos los asientos del vuelo internacional a París y del Intercontinental a Mumbai en India.
Jorge estaba insoportable desde el día anterior, lo criticaba todo, protestaba constantemente y hacía y deshacía los planes que él había organizado cuidadosamente semanas atrás, a tal velocidad que era dificilísimo seguirle, yo ya sabía que esa era la tónica habitual en él cada vez que nos íbamos de viaje, pero estaba agotada de escucharle y de intentar seguirle en sus incoherencias.
De pronto quedó todo en silencio, me daba cuenta que el ruido seguía alrededor de mí, pero yo era incapaz de oírle, estaba bloqueada, veía como los labios de Jorge se movían, seguía protestando por el rato que llevábamos allí en pie, por el madrugón obligado para poder tomar aquel avión de enlace, por lo incompetentes que eran los viajeros al facturar sus equipajes, por lo incompetente que era todo el personal del aeropuerto, y por el tiempo tan justo que teníamos para realizar el enlace en el aeropuerto Charles de Gaulle. Yo era incapaz de oírle, me parecía todo tan ridículo, se había comportado groseramente en sus comentarios hacia unos pasajeros que estaban facturando y su presunción de habilidad viajera era claramente una tapadera a sus inseguridades y miedos. ¡Estaba harta! ¿Por qué lo hacía todo siempre tenso y difícil? Yo movía la cabeza mecánicamente como si realmente le escuchara, pero por mi mente pasaban a una velocidad estrepitosa los recuerdos del día anterior, mezclados con los de otros días previos a otros viajes, pertenecientes al pasado. Las mismas situaciones se repetían una y otra vez.
A Jorge le agobiaba madrugar, su cerebro no funcionaba bien hasta pasadas las nueve de la mañana, así lo expresaba a menudo. El día que Jorge debía madrugar no podía dormir, se sentía inquieto, por lo que el día antes de partir lo complicaba todo para que yo no pudiera hacer las maletas, antes de la madrugada y ya nos manteníamos despiertos hasta salir hacia el aeropuerto. Esta vez había hecho lo mismo. Eran las cinco y treinta y cinco de la madrugada, llevaba veinticuatro horas sin dormir y me quedaban otras tantas hasta llegar al hotel en Mumbai, después de quince días de trabajo intenso, pues el viaje a India era nuestro segundo viaje intercontinental en menos de un mes. Hacía tan solo quince días que habíamos regresado de Estados Unidos y mis pacientes estaban reclamando mi presencia al igual que los niños en casa.
En algún momento, Jorge se debió dar cuenta que llevaba rato perdida en mis pensamientos y con gesto de enfado se calló.
Estuvimos así unos larguísimos cinco minutos, el silencio se rompió gracias a la muchacha de la facturación.
- Buenos días señores, el vuelo que Ustedes van a realizar es de no fumadores, tal como marcan las normas internacionales de aviación.
Jorge le interrumpió y dijo:
-Pero el asiento del avión que va a Mumbai tampoco lo queremos de fumadores, ni tampoco la fila que tienes a los fumadores en el cogote, porque eso los aviones lo tienen mal organizado, ya me dirá usted, si fuman justo detrás de mi señora, le están tirando el humo encima y son muchas horas de vuelo.
La azafata miró atenta a la pantalla y le comunicó a Jorge que el vuelo París-Mumbai era de clase no fumadores y que llevaba una cabina especial para ellos.
Yo puse cara de aliviada, él hizo un comentario de aprobación y nos dirigimos a la puerta de embarque. Me pregunté cuantas frases tardaría en protestar por algo. Dos más o menos. -Está bien que no les dejen fumar. Oye, pues que se jodan, lo de fumar perjudica a terceros... ¿Te duele la pierna?-. No entendía su capacidad de percepción tan fuerte y rápida ante cualquier dolor o malestar que yo pudiera sufrir. De inmediato me liberó del paquete que yo llevaba y Jorge cargó con la cámara de video, la maleta de mano y mi maletín, era tan atento y amable... pero hoy esos detalles no me compensaban su constante mal genio. Es más, me molestó que no pudiera ni tan siquiera tener la posibilidad de esconderle mi dolor y vivirlo en el secreto de mi intimidad y seguir llevando mi maletín de mano que por cierto ¡pesaba como un muerto! Antes de que tuviera tiempo de responder a su acción de llevar mi maletín, siguió con sus quejas.
-No, si no puede estar peor hecho este aeropuerto, no tenemos intención de ir a pie a París. ¿Ya veremos si tenemos tiempo en cuarenta y cinco minutos de realizar el cambio de avión?
Enfadada le miré y con dureza en la voz, le increpé.
-¡Vale ya, Jorge!, Estoy harta, no haces más que poner pegas y proyectar conflictos y problemas, porqué no piensas que ellos conocen bien su aeropuerto y por eso te dan cuarenta y cinco minutos para el enlace. Debe ser suficiente, no me marees más. Desconcertado por mi reacción, se enfadó.
-Bueno, vale, yo solo me preocupo por tu pierna, así no vas a poder correr. ¡Siempre que viajas te pones de una mala leche!.
Aquello fue la gota que colmó el vaso, yo era la que siempre se ponía nerviosa, pero si llevaba viajando desde que tenía siete años y viajar era uno de los placeres más hermosos de la vida. Arremetí, entonces furiosa contra él.
-¿Que yo me pongo nerviosa?. Oye, estoy hasta las narices, siempre sueltas tus "mierdas emocionales" encima de mí y cuando me canso de aguantarte me culpas a mí de estar de mal humor, cuando el que me pones nerviosa eres tú. ¡Estás inaguantable! Jorge muy serio contraatacó. -Mira, yo no sé que haces a mi lado sí tanto té molesto. Ya sabes, cuando quieras lo dejas y al menos así seremos felices.
Una vez más había utilizado la vía del ataque directo como defensa. Ahora yo debía asustarme, hacer reculis y él añadiría en tono paternal: "Es que no sabes lo que quieres, estoy muy dolido, siempre me machacas". Me besaría y me seguiría diciendo "Si yo te quiero mucho y todo lo hago por ti". Pero esta vez había llegado a mi límite y muy seria, con tono de voz amable, le respondí:
-Cuando regresemos de este viaje, hablaremos con José-Luis, el abogado que llevó tu divorcio y solucionaremos las cosas.
Estábamos ya delante de nuestra “gate” y justos de tiempo para embarcar a nuestro primer destino, París.
Nos quedamos muy silenciosos los dos, sentí un enorme alivio. Su silencio, lejos de asustarme, había provocado en mí, una gran tranquilidad, me dejaba espacio para pensar.
No deseaba realizar el viaje a India, me asustaba la pobreza que sabía nos encontraríamos, había visto recientemente muchos reportajes y hacía algún tiempo, mi hermano Gregorio junto a unos compañeros médicos, habían estado en Calcuta, colaborando con Médicos del Mundo, a su regreso me contó la dura experiencia, por lo que aún se me hacía más difícil emprender este viaje, pero Jorge deseaba ir a un Monasterio Budista, desde hacía más de año y medio.
Por aquel entonces fuimos a unas charlas e iniciaciones que unos monjes budistas llegados de India estaban realizando en Barcelona, fue hermoso y a Jorge le impactó tanto que desde ese día no paró de leer libros sobre el budismo Tibetano, ese hecho a mí me asustó un poco, pero como no entró a formar parte de ningún grupo, me relajé. Ahora nos dirigíamos al monasterio de donde procedían esos Monjes. Me preguntaba una y otra vez que necesidad teníamos de ir a un Monasterio a dormir y comer con los monjes. Suponía que dormiríamos en el suelo, comeríamos poco y mal y las condiciones higiénicas deberían ser mínimas. Además, yo conocía poco del budismo, lo veía una religión compleja e incluso aún más dura que cualquier otra religión cristiana.
Jorge rompió el tenso silencio.
-Esperemos que los aviones sean cómodos. Ahora directos a Charles de Gaulle, cuando lleguemos tendremos que preguntar, pues tan solo dispondremos de cuarenta y cinco minutos para realizar el cambio de avión.
-Si, es muy justo, pues el aeropuerto de París es muy grande- respondí con desgana.
Capitulo 9
LAS ENSEÑANZAS DEL VENERABLE GYATSHO TSHERING


Al abrirse las puertas lo primero que vi fue una sala vacía muy grande, era cuadrada y tendría unos sesenta metros cuadrados, con cuatro columnas. Tenía ventanales en las paredes externas, a derecha e izquierda. El techo estaba adornado con sus ventiladores. La pintura de la pared desconchada era de color verde claro. Las cortinas de seda naranja cubrían parte de las ventanas.
Otra puerta, en el otro lado, una sala de espera con sillas y sillones, a mano derecha una habitación mas pequeña de unos diez metros cuadrados, con un pequeño altar con muchas velas y opuesto al mismo, un sofá de madera maciza tallado a mano con el asiento forrado de seda naranja igual que las cortinas. Delante del sofá una mesa de madera con incrustaciones de marfil, encima del asiento un retrato del Dalai Lama cubierto por una cata, y unos asientos a juego paras las visitas. Era el despacho privado del Dalai Lama, donde recibía a las autoridades y mecenas.
A continuación otra sala grande, con un tresillo, un sofá y una tarima para meditar, una puerta en un lado, y al entrar en ella vi una cama con dosel y tapado por una cortina con los símbolos de la bandera tibetana el baño de su santidad. Me comentaron que mientras dormía uno de sus monjes meditaba a los pies de su cama y los monjes del monasterio podían pasar alrededor de la cama y verle mientras dormía.
Sentí un poco de agobio, debía ser difícil vivir levantando tanta admiración y respeto.
Todo estaba decorado de color amarillo y naranja, el color del grado de conocimiento del XIV Dalai Lama.
Me llamó la atención lo cuidado y limpio que lo mantenían todo, daba la sensación de que podía aparecer por allí en cualquier momento.
Ellos se ocupaban de que todo estuviera preparado para su regreso a casa.
Nos quedamos en la salita privada del Dalai Lama y sus maestros, consejeros y médico.
Me señaló Tsetsar que me sentara en el sofá de tres plazas, a mi lado colocó a Dorje y en un cómodo cojín encima de mullidas y gruesas alfombras azules con dibujos típicamente tibetanos se sentó el maestro.
Yo me sentí algo incómoda al ver al hombre sentado en el suelo encima de la tarima, automáticamente después de sentarse, cerró los ojos, cogió en su mano izquierda el mala de madera que llevaba enrollado en la muñeca y pasando cuenta a cuenta fue recitando una armoniosa letanía.
Tsetsar me dijo: - Mientras colocamos las alfombras sobre el suelo, arreglamos el despacho de las recepciones oficiales y la sala de la entrada para las iniciaciones o la meditación, los monjes de cocina traerán aquí los enseres para el té y las comidas. Siempre habrá alguien de secretaría para atenderles, cualquier objeto, libro o cosa que crean que ustedes necesitan nos lo piden.
Yo asentí con un movimiento de cabeza imitando ese gesto vago de ladearla en una especie de si que no dice nada y una gran sonrisa en mi rostro.No podía dejar de pensar en Jorge, y en como su “ego” encajaría aquella movida, y me producía cierta sensación de satisfacción vengativa. No me reconocía en ese papel infantil, pero lo estaba disfrutando.
Luego se dirigió a Lama Dorje en inglés por cortesía a mí o para que el maestro no se incomodara, no me quedó claro:
-Tú debes quedarte todo el tiempo, que sean ellos los que hagan los encargos, el venerable anciano no debe quedarse sin traducción ni por unos instantes. Cuídalos a los dos, que puedan entenderse sin agotarse por el esfuerzo de hablar otros idiomas diferentes de los suyos. Lama Dorje movió la cabeza y la bajó juntando sus manos a la altura del corazón, eso equivalió a un: ¡Bien, de acuerdo, así lo haré! Tsetsar salió dando órdenes en tibetano, parecía el sargento de intendencia por el tono en que se dirigió a los monjes que trabajaban en grupo como hormiguitas disciplinadas. Cuando el monje secretario salió de los aposentos se hizo un silencio absoluto que solo era interrumpido por las recitaciones del anciano. A pesar de que eran algo más de quince monjes todos ellos jóvenes, no tendrían más de dieciséis o diecisiete años no hacían ruido alguno colocando las alfombras, destapando los muebles cubiertos con sábanas y encendiendo las candelas de grasa del altar privado del Dalai Lama en la habitación contigua.
El venerable Gyatsho dejó de recitar, abrió los ojos y se levantó del suelo para sentarse en un sillón a nuestro lado. Inmediatamente dos monjes bastante fornidos y algo mas mayores nos colocaron a cada uno delante nuestro en una mesa auxiliar un servicio completo de té, y dejaron en otra mesa fuera de la habitación esos termos chinos que contienen mas de dos litros de té con leche, el xai, lo mantienen caliente como reciente salido del fuego. Son toda una institución en los monasterios.
El estómago se me removió nada mas ver la taza, no quise que me sirvieran, pero en cambio les pedí agua para beber, hacía mucho calor húmedo y me sentía deshidratada. Salieron corriendo a buscar agua. El anciano ordenó que pusieran en marcha los ventiladores del techo para refrescar el ambiente.
Por fin se dirigió a mí en inglés: -¿De que le gustaría que hablásemos?
Yo pensé unos instantes y le respondí:
-Del amor de pareja. Bueno en realidad de cómo poder amar a la pareja con la que nos hemos casado.
Dorje le repitió lo que yo le había contestado en inglés traduciéndolo al tibetano.
El anciano se lo agradeció y me respondió en correcto inglés con una nueva pregunta:
- ¿Qué sabe usted de budismo?
Yo le sonreí antes de responder, dispuesta a no ser muy sincera, aún había recelo en mí.
-Muy poco. He visto la película “El pequeño buda” y el día después de mi boda con Jorge vimos “Siete años en el Tibet” – Hice una breve pausa y proseguí:
>Se que Sidharta Gautama es el buda, una especie de “Mesías” para los budistas. Que él es quien crea la filosofía. Nació en lo que hoy conocemos como Lumbini en Nepal y dio su primer discurso o enseñanza, bueno algo como esto que hacemos hoy, en Benarés a cinco hombres que luego serían los primeros cinco monjes que difundirían su enseñanza. Dio el discurso bajo un ficus.
>Leí su biografía hace años escrita por Herman Hesse y me pareció fascinante la idea del término medio, que surgió de escuchar como un profesor de música les contaba a sus alumnos: Si tensaban demasiado una cuerda (el ayuno y la vida de los renunciantes) esta se rompía, pero si la dejaban demasiado floja (la vida ordinaria) esta sonaba mal, no daba la nota. Así que para que la cuerda desprendiera una hermosa melodía debía estar en el “justo punto medio”.
>No se mucho más, Jorge si que ha leído muchos libros pero yo muy poco, casi nada. Me suenan las palabras pero no se si tengo los conocimientos que ellas implican.
Lama Dorje iba a traducirle pero el monje le silenció.
-Bien, bien, primero le contaré de forma sencilla y sintética que es el budismo para poderle responder a su cuestión sobre el auténtico amor.
Hizo unos gestos y pidió a los monjes que grabaran lo que él me iba a contar para dármelo el día que yo me fuera.
Tomó un sorbo de té cuando vio que los muchachos me habían traído una botella grande de agua y un vaso de cristal.
Y comenzó a hablar muy lentamente supongo que tenía que pensar muy bien las palabras que debía utilizar en Inglés.
>Buda se distingue entre otras figuras espirituales de la historia por que jamás admitió tener ningún don especial, ni ningún tipo de inspiración Divina, ni ser un profeta elegido de Dios. Incluso nunca le pidió a sus oyentes fe ciega, se limitaba a pedirles que midiesen sus enseñanzas con el rasero de sus propias vidas y sus propias experiencias.
>Buda decía “ehi-passika” que significa: Venid y vedlo vosotros mismos. Si así lo hacemos, si evaluamos nuestras vidas y nuestras propias experiencias, lo que conseguiremos es la revolución de nuestra conciencia, la trascendencia del sentido individual y del limitado yo. Todas las escuelas budistas se basan en todo momento en el examen y en la comprensión de nuestra propia mente.
>El Dhammapada, es uno de los primeros textos que se escribieron unos doscientos años antes del nacimiento de Cristo, y afirma lo siguiente. Hizo una ligera pausa para descansar, tomó otro sorbo de xai y le pidió a Lama Dorje que me tradujera lo que él nos diría en tibetano, le pidió que lo hiciera en español para que yo también pudiera liberar tensión.
Se lo agradecí la cabeza comenzaba a dolerme. Oí y olí cuando nos trajeron la comida, me alegré pues descansaríamos un rato.
Lama Dorje se alegró de ser útil y se dispuso a traducirle.
>El Dhammapada nos dice: “lo que hoy somos se debe a nuestros pensamientos de ayer, y son nuestros pensamientos actuales los que construyen nuestra vida de mañana; nuestra vida es la creación de nuestra mente, si un hombre habla o actúa con mente impura, el sufrimiento le seguirá de la misma forma que sigue la rueda del carro al animal que lo arrastra. >Lo que hoy somos se debe a nuestros pensamientos de ayer y son nuestros pensamientos actuales los que construyen nuestra vida de mañana; nuestra vida es la creación de nuestra mente. Si un hombre habla o actúa con mente pura, el gozo le seguirá de la misma forma que lo hace su propia sombra”.
La traducción se hizo lenta, pues el anciano le dictaba el trozo del texto de memoria y Lama Dorje, hacía esfuerzos por encontrar las mejores palabras en castellano, así que cada frase era todo un ejercicio de lingüística a veces corregía la misma palabra tres veces hasta encontrar la mas oportuna; o se la preguntaba en inglés al anciano y si esta era la mas adecuada, entre él y yo buscábamos la mas acertada en castellano. Los dos querían hacerlo perfecto. Sonaron las “rag dung” (trompetas largas) en el tejado que con su penetrante vibración marcaban la hora de la comida en el Monasterio.
Gyatsho Tshering bromeó y dio por finalizada esta parte de la lección. Le guiaron los jóvenes hasta la habitación de la entrada, allí habían montado la mesa y las tres sillas para comer. Yo pregunté por Jorge, y Dorje me confirmó lo que me temía, él también comería con su maestro para aprovechar mejor el tiempo.
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Un abrazo

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